Despiertas un día y por cosas que se presentan sacas una cita con tu ginecólogo al que no has visto hace años, recuerdas que esa última vez te vio para asegurar que tú histerectomía marcha como debe ser, al conversar con él te envía exámenes para verificar que tus ovarios están bien, han pasado tres años… es hora de mirar!.
Cuándo estas en la ecografía te identifican adenopatías que llaman la atención del radiólogo y pues de paso a tí porque no estas entendiendo absolutamente nada, ¿qué es una adenopatía?, palabra nueva en tu vocabulario, en tu vida, sugieren estudios de extensión y es necesario una valoración prioritaria por ginecología. Justo en ese instante a tú cabeza llega el recuerdo de que tu mamá y tu hermana gemela se fueron rápido de este mundo por aquella enfermedad que te produce escalofríos, adicionalmente a tu hermana menor hace poco le sacaron la tiroides por la misma enfermedad… y ronda con un tono fuerte el pensamiento «eres la que faltaba»!!!.
No tenemos la vida asegurada, no somos eternos y este tipo de eventos de una forma u otra nos aterriza, nos recuerda lo vulnerables que somos y lo rápido que pueden cambiarte las cosas. Al fin y al cabo lo más valioso que perdemos es la VIDA, y con esa pérdida se van los sueños, los planes, los necesito, los quiero, lo que nos quita la tranquilidad, lo que nos da la alegría, lo que el mundo nos regala en cada despertar, en cada minuto que podemos respirar y en el que podemos sentir.
Sentí miedo, un miedo de perderme muchas cosas, un miedo que me hizo aguar los ojos, preguntar ¿porqué?, ¿será?, ¿en serio tengo que vivirlo?, ¿qué tengo que sanar?, ¿mi bebé también pasará por estas?, ¿yo?… sentí la necesidad de respirar, salí, camine, mire el cielo y recordé que tengo que confiar, vivir este proceso, disfrutarlo y sacar el mejor provecho, pase lo que tenga que pasar.
Creo que el morir es algo a lo que no le debo temer, eso siempre me lo he dicho, lo he dicho cada vez que tengo la oportunidad y en este instante demostré que todo es fácil decirlo, hacerlo nos cuesta y que no estoy tan convencida de ello.
Siempre me he sentido fuerte y sana, también he tenido esa vocecita que me dice que puedo tener la enfermedad, vivir lo que mi mami y mi hermana vivieron… es hora de hacer algo real al respecto!.
Sentir miedo tal vez hoy es mi mayor arma para pensar fríamente, para organizar, para renunciar a lo que no aporta y roba toda mi energía, para asegurarme de rodearme de lo mejor, de darle valor a cada segundo del día, porque cada segundo que pasa es un ratito de vida que puedo perder, para amar y disfrutar todo lo que la vida me ha dado y que se presenta en mi camino.
La lección es… «no es necesario esperar a sentir que algo no funciona bien con tu cuerpo para tomar cada segundo y exprimirle todo lo maravilloso que este mundo tiene para ofrecer, hoy lo tenemos todo, mañana no estaremos, hoy no tenemos que comer, mañana comeremos manjares, hoy estamos solos, mañana no sabremos como distribuir el tiempo para disfrutar a quienes nos rodean, hoy es un momento, mañana vendrá como tiene que llegar»
Estoy haciendo que el miedo me saque la valentía y me ayude a dar lo mejor de mí para hacer de este mundo un lugar mejor!
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